viernes, 28 de septiembre de 2012


ORGANIZACIÓN DE UNA NUEVA SOCIEDAD

Hernán Cortés había fundado el primer Cabildo o Ayuntamiento de lo que sería la Nueva España entre el 15 y 25 de mayo de 1519 y con los títulos de Capitán y Justicia mayor gobernó los años cruciales de la Conquista fundando Veracruz, Medellín, Segura de la Frontera (Tepeaca), Coyoacán y la ciudad de México, dotándolas de cabildos para su gobierno y defensa. Muy importante fue ésta por la precaria seguridad de las continuas conquistas y descubrimientos que los capitanes hacían, por su mandato, hacia todos los rumbos de los nuevos territorios.
El historiador don Carlos Martínez Marín escribe en su investigación sobre el tema escribe: “El gobierno de Cortés que duró hasta el 22 de diciembre de 1524, se ocupó de la expansión de la Conquista y su consolidación, el repartimiento de la riqueza mueble e inmueble, de las encomiendas y mercedes de tierras y de la introducción a Nueva España de semillas, frutos, cultivos, herramientas y nuevas técnicas de construcción. Además, reglamentó todos los aspectos de la vida política, con ordenanzas para los Consejos, para los moradores y para la milicia” 
Después vinieron cinco años de malos gobernantes incluida la 1ª. Audiencia, a continuación la 2ª.Audiencia con cuatro años de buena administración.
A partir de 1535, con la llegada del primer Virrey don Antonio de Mendoza y los siguientes virreyes, se completó y ajustó lo que se había conquistado en tiempos de Cortés. Se introdujeron en los pueblos de indios los cabildos tal cual ya funcionaban en las villas de españoles y se fue centralizando el poder del Monarca en los territorios americanos. A pesar de la lejanía, este sistema fue lo suficientemente eficiente durante los tres siglos del Virreinato.
“El Virrey era el astro mayor en el gobierno de Nueva España. Su jurisdicción abarcó un inmenso territorio que desbordaba los límites del Reino: desde la Florida en el noreste y Nuevo México en el noroeste hasta la península de Yucatán y la capitanía general de Guatemala, que limitaba con Panamá en el sur. Sus atribuciones eran amplias, todas las que el Rey había delegado como su representante personal: gobernador; presidente en los acuerdos con los otros Cuerpos, capitán general en lo militar y vice patrono de la Iglesia. Pero observando las condiciones en que el Virrey tenía que desenvolverse encontramos los límites de su autoridad” 
“Esas amplias facultades de gobierno le permitían atraerse a débiles y poderosos, pues podía otorgar mercedes de tierras como recompensa a servicios personales, conceder pensiones a las viudas e hijos de los conquistadores, nombrar autoridades locales” etc.. Al mismo tiempo sus actos eran vigilados por otras autoridades locales y por particulares celosos o resentidos, que siempre estaban en contra de lo que ordenaba y se quejaban ante la Real Audiencia u el Consejo de Indias. De acuerdo con Virrey, y en ocasiones en contra permaneció la Real Audiencia como otro cuerpo jurídico que equilibraba el poder virreinal.
Había, por tanto una pugna entre el Virrey y la Audiencia, una especie de balanceo pero que excepcionalmente llegó a romperse. Sin embargo, había un tercer cuerpo de gobierno que ni el Virrey ni la Real Audiencia podían ignorar, ni mucho menos contraponerse a él. Este era el poder espiritual que representaba la Iglesia Católica. Muy a pesar del Patronato Real que representaba el Virrey, con el cuál podía y debía ejercer su autoridad sobre el clero secular y las Órdenes religiosas.
En la realidad nunca pudieron los virreyes ejercer esta facultad, ya que los hombres de la Iglesia eran celosos en extremo y sorteaban su autoridad llevando sus quejas directamente al Rey o al Consejo de Indias.
El sistema virreinal de gobierno, con los defectos de toda obra humana, funcionó exitosamente por tres siglos para el bien general de sus gobernados; impidiendo que alguna persona o cuerpo moral abusara de su autoridad. Algo que en los casi doscientos años que llevamos de gobiernos mexicanos, supuestamente independientes, no se ha logrado.
El historiador don Pedro Sánchez Ruiz escribe en su Historia del Reino de la Nueva España:
“Los principios que garantizaban los derechos humanos fundamentales, fueron constante y escrupulosamente observados por la católica Monarquía española en todos los Reinos que constituían el Imperio, y aplicados a todos los súbditos sin distinción de razas o clases sociales, alcanzando, a pesar el de las naturales deficiencias humanas, un grado de perfección superior a todas las otras naciones extranjeras. Firmemente establecida la autoridad que aseguraba el orden, la estabilidad, el progreso y el bien común del Imperio con sus diversos Reinos, estaba sin embargo, por el derecho divino y natural, por las leyes sancionadas por la costumbre y por la certidumbre de cumplir su misión de velar por la salvación de las almas”

LA REAL AUDIENCIA


Era el máximo tribunal de Nueva España, controlaba los actos de las autoridades de todo distrito, a veces de acuerdo con el Virrey y más frecuentemente de manera independiente. Su jurisdicción abarcaba todos los actos de los súbditos del Virreinato; débiles y poderosos. Deshaciendo agravios por vía de apelación, llegó a privar los efectos decisivos de las autoridades temporales y eclesiásticas. La Audiencia concedía a los vasallos del Rey provisiones para librarlos de las sanciones que les imponían los obispos. Los oidores recopilaron las disposiciones más importantes para el gobierno y administración de justicia llamado “El Cedulario de Puga”, proporcionando así el repertorio legislativo que se aplicaba en Nueva España. Después de las decisiones de la Real Audiencia sólo se podía apelar ante el Consejo de Indias.
EL CONSEJO DE INDIASNació el 1519 como parte del Consejo de Castilla; pero en 1524 se constituyó una especie de consejo autónomo, encabezado por un presidente, bajo el cual estaban los consejeros, los fiscales, los abogados y otros oficiales, como un cosmógrafo y un cronista, encargados de reunir la información geográfica e histórica que se juzgaba indispensable para la buena administración de los reinos y provincias de ultramar.LOS ALCALDES MAYORESLos Alcaldes Mayores se introdujeron en Nueva España para que se hicieran cargo de la administración de justicia, lo cual era de su especial incumbencia en la Península Ibérica. Sus decisiones eran apelables ante la Real Audiencia, y en lo relativo al gobierno quedaban bajo la autoridad del Virrey, aunque los nombramientos eran dados por el propio Rey. “Los Alcaldes Mayores, a parte de lo jurisdiccional, sus facultades administradoras se extendían a todos los aspectos de la vida: recolectaban el tributo de los indios, vigilaban a los encomenderos a los encomenderos, disponían sobre caminos y transportes, cuidaban de la moral pública y de la religión e intervenían como representantes de las autoridades centrales, en el gobierno local de las ciudades y villas de españoles y de los pueblos de indios” Con los Alcaldes Mayores trabajaron de común acuerdo Los Corregidores.Los Corregidores se introdujeron para atender la administración de los pueblos de indios que no estaban encomendados, es decir, que tributaban directamente a la Corona.LOS VISITADORESPara controlar a los funcionarios públicos, desde la persona del Rey y su Consejo Real hubo dos medios principales: uno de fiscalización y otro de enjuiciamiento.EL JUICIO DE RESIDENCIALa persona en cuestión así se tratara del Virrey, Arzobispo, Obispo, Oidor y quien hubiese ocupado algún cargo público, debía salir de la ciudad de México donde se ventilaban los juicios y pagar una fianza determinada.En el caso específico del gobernante de Nueva España, Virrey o del presidente de la Audiencia, una persona era especialmente designada y con el conjunto de los oidores se encargaban del Juicio. A continuación se abría un período de acusación o proceso a todo aquel que hubiese gobernado, y se pregonaba por todo el reino, y para quienes tenían quejas del Virrey o del Oidor procesado acudieran a informar. Concluido el período de información el Juez sentenciaba. Era la Residencia un verdadero juicio de responsabilidad para los más altos funcionarios, que también se seguía para las autoridades distritales cuando eran suspendidas en sus cargos. Estos medios de fiscalización y enjuiciamiento sirvieron para atenuar y muchas veces para sancionar con rigor la arbitrariedad de las autoridades tanto altas como inferiores.“Precisamente porque estuvo abierta la posibilidad de informar y de quejarse a autoridades superiores empeñadas en lograr, el buen gobierno de Nueva España; medios de queja efectivos, que regímenes posteriores se han encargado de eliminar o de hacer inoperantes”Escribe don Andrés Lira.“Hubo siempre el propósito de recoger y sistematizar las experiencias del gobierno, no solo de Nueva España, sino de todos los dominios españoles del Nuevo Mundo. L





“La visita se encargaba a un funcionario especial, que se trasladaba a los diferentes Reinos de ultramar y recorría la tierra recabando información y quejas existentes sobre la actuación del Virrey, de la Real Audiencia y de todos los magistrados, de lo que el visitador debía dar cuentas al Consejo de Indias.”
Al concluir el desempeño del cargo, los virreyes y los oidores tenían que rendir cuentas, a esta acción se le llamaba “Juicio de Residencia” .
“Conocer estos procedimientos judiciales, pues por muchos que fueran los males y sus persistencias, hay que tener en cuenta que es posible conocerlos para juzgar en nuestros días el período virreinal” 
Las mayores obras en este sentido son: en materia jurídica, LA POLÍTICA INDIANA de Juan de Solórzano Pereira, publicada en 1647. En legislación, LA RECOPILACIÓN DE LEYES DE LOS REINOS DE INDIAS, publicada en 1680, estas obras son un repertorio vivo de la vida social y política del Imperio Español, frutos del enjuiciamiento y del afán de idear medios óptimos para el buen gobierno de pueblos y lugares tan diversos.”
La Religion


La religión, que en las sociedades prehispánicas había sido un elemento esencial para la dominación de grandes grupos humanos, serviría también a los españoles en la empresa de conquistar y colonizar a los pueblos indígenas, bajo la justificación de la conversión de estos al cristianismo. 

Los primeros misioneros en llegar a la Nueva España fueron los franciscanos. Algunos de ellos pasaron a Michoacán y desde allí empezaron a predicar a los chichimecas. Entre otros destacaron los frailes Juan de San Miguel y Bernardo Coussin. 

Fray de San Miguel fue el iniciador de la tarea evangelizadora en el territorio guanajuatense; se cree que llegó a la Nueva España a fines de 1530. Fue enviado a Michoacán, su primer labor consistió en aprender la lengua purépecha, para entender cabalmente las ideas, los hábitos y costumbres del pueblo que convertiría al cristianismo. Recorrió Michoacán y gran parte de Jalisco, Querétaro y Guanajuato, hasta San Luis Potosí, y marchó al norte hasta Río Verde, también en este último estado, en busca de fray Juan de Cárdenas. 
Se ocupó de la evangelización de los pames, guamares y guachichiles que poblaban las sierras de Guanajuato y San Luis Potosí. En Acámbaro tomó la decisión de evangelizar a los indígenas chichimecas, que sin lugar fijo de residencia viajaban por sierras y llanuras en busca de alimento. 

Los guamares en un principio se mostraron reticentes, pues preferían las cañadas o las alturas montañosas, a los valles y las lomas. Venciendo la resistencia indígena, logró que aceptaran vivir en pueblo con plazas y calles trazadas en unión de purépecha y otomíes ya evangelizados, quienes le servían de apoyo. En esta forma los chichimecas, paulatinamente y no sin oponer resistencia, transformaron su vida nómada a sedentaria. 

Fray Juan de San Miguel falleció en Uruapan, el 3 de mayo de 1555. Dentro de su extensa obra, puede considerarse la fundación de los hospitales. 

En la primera mitad del siglo XVIII en diferentes regiones se encontraban varios hospitales. En los altos de Guanajuato, el único estaba instalado en la villa de San Miguel; en los valles abajeños había dos, en Yuriria y Acámbaro. 

La conquista espiritual, por tanto, partió de Acámbaro y Yuriria, y escogió como foros evangelizadores a San Miguel.




 
Virreinato de la Nueva España


Nuestro propósito de esta exposición referente al Virreinato de la Nueva España es mostrar de manera general y escueta, la importancia invaluable que para el conocimiento del pueblo mexicano tiene estudiar e investigar los tres siglos del Virreinato, cuyos valores han sido los fundamentos de nuestra historia. 
No vamos a detallar la vida virreinal, porque ya se han escrito y publicado miles de libros al respecto, simplemente haremos un esbozo del ambiente en que se movieron nuestros ancestros.
El obispo Fray Juan de Zumárraga en sus gestiones ante la Corona recomienda a la persona ideal que debía gobernar el nuevo país: “Debe ser un hombre que por la nobleza de su alcurnia, natural prudencia y experiencia, mejor semejase a la del monarca que representaba, y pudiese poner orden, concierto y buen gobierno….” , en el año de 1535 el Rey Carlos I nombró a don Antonio de Mendoza, de una de las familias más aristocráticas de España, como primer Virrey de Nueva España (El otro Yo del Rey) como alguien acertadamente dijo. Y este fue el sistema de gobierno definitivo por casi trescientos años hasta la Independencia.
La Nueva España no era una colonia, sino uno de los Reinos que formaban el Imperio Español, independiente y al mismo nivel de los otros Reinos, solo vinculado a ellos por la Religión, el idioma y el gobierno de la Monarquía.
Ya hemos visto que el Reino de la Nueva España era gobernado por el Virrey, nombrado directamente por el Rey de España. El Virreinato de Nueva España era el de mayor extensión territorial y el más antiguo de los cuatro que se crearían con los años en el Continente americano. A éste, le seguirían el del Perú, y muy tardíamente el de Nueva Granada y el de la Plata.
Para todo el Imperio Español y en particular para Nueva España su gobernante supremo era el Rey de España. Durante los dos primeros siglos cinco Reyes de la Casa de Austria: Carlos I, Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II. Y los virreyes fueron 32, desde 1535 a 1701.
En el siglo XVIII y principio del XIX seis Reyes de la Casa francesa de Borbón: Felipe V, Luis I, Fernando VI, Carlos III, Carlos IV y Fernando VII. Y los virreyes fueron 29, desde 1702 al 28 de septiembre de 1821.
En total 61 gobernantes locales; buenos, regulares y algunos malos, pero el Gobierno Civil se ejerció de acuerdo con el Gobierno Eclesiástico, como ya no se hacía en Europa desde el siglo XVI.
Esta sabia combinación de poderes, sin demasiadas fricciones y enfrentamientos pudo conformar una Cristiandad española semejante a la Cristiandad medieval que había creado la civilización europea, dando buenos frutos tanto materiales como espirituales; fomentando la construcción de pueblos y ciudades donde antes había barbarie, explotando las minas y las inmensas tierras incultas, llenando nuestro territorio con obras hidráulicas admirables como los acueductos, algunos de éstos tan increíbles como el acueducto del Padre Tembleque en Otumba de más de cuarenta kilómetros de largo; aún hoy día en pié, con varios de sus arcos de los de mayor altura en el mundo.
Hay que mencionar, la construcción de caminos de la Capital hacia los litorales y hacia el interior y norte del territorio a medida que se engrandecía el país con nuevas Provincias. Muchos de estos caminos eran modelo aún para los países europeos, por su trazado y mantenimiento. La explotación de las minas de plata creo una riqueza sin precedente fomentando la fundación de grandes ciudades y acuñando las monedas que circulaban por todo el Imperio y fuera de él. Floreció el Comercio con las otras provincias continentales, con España y con el Asia hasta donde llegaban las naves construidas en Nueva España; desde aquí se preparó la Conquista de las islas Filipinas y por medio de las naos hubo comunicación con ellas hasta 1815.
El Virreinato permitió y promovió la evangelización y civilización de los naturales trashumantes con las Misiones y los Presidios para proteger los nuevos asentamientos, de los indios bárbaros. Se fundaron todas las ciudades principales de lo que ahora es México.
Desde la ciudad de México se administraban territorios tan lejanos como las Floridas, oriental y occidental, el Nuevo México, la Alta California, toda Centroamérica y las numerosas islas filipinas.
El Virreinato novohispano, con los defectos inherentes a toda obra humana, mantuvo a los pueblos en paz, sin ejércitos porque no hubo guerras, solamente las guardias del Virrey y las Milicias eran necesarias para mantener el orden y sofocar alguna esporádica rebelión.
No obstante las calumnias de los extranjeros, la Iglesia y la Monarquía, desde los primeros años del Descubrimiento y Conquista del continente, se preocuparon constantemente no en proclamar o reivindicar derechos de los súbditos, sino en exigir la observancia y cumplimiento de los deberes de los descubridores, conquistadores y pobladores en sus relaciones con los naturales, plasmándolos en sabias y prudentes leyes y vigilando escrupulosamente su cumplimiento, lo cual lograron con las excepciones inevitables por la caída naturaleza humana. Las ideas fundamentales que los Reyes Católicos y su Consejo tuvieron para el trato con los indios se condensaron en el código llamado “Leyes de Indias” que rigió la vida de los nativos americanos en los dos primeros siglos virreinales. 


El Virreinato de Nueva España fue una entidad territorial, integrante del Imperio español, establecida por la Corona de España durante su periodo de dominio americano. Fue creado tras la conquista sobre los mexicas y otros pueblos de Mesoamérica, realizada entre 1519 y 1521 por las tropas de Hernán Cortés, por Real cédula de Carlos I, el 1 de enero de 1535, aunque la instauración oficial se realizó el 8 de marzo del mismo año. Su primer virrey fue Antonio de Mendoza y la capital del virreinato fue la Ciudad de México.

El virreinato de Nueva España llegó a abarcar los territorios del Imperio Español en Norteamérica, Centroamérica, Asia y Oceanía. La organización del territorio se originó a partir de las encomiendas, que eran otorgadas preferentemente a aquellos conquistadores que participaron en la conquista de México, y por ello los encomenderos tenían el poder absoluto y se encargaban de organizar el trabajo de sus habitantes en sus respectivas demarcaciones. Los recursos minerales hallados bajo el suelo de la Nueva España, con importantes centros mineros como Guanajuato, San Luis Potosí e Hidalgo, constituyeron una de la más grandes fuentes de riqueza para la corona, utilizadas en Europa para financiar gastos de Estado, costes de guerras o para acuñar moneda circulante. El virreinato también fue uno de los principales puntos de occidentalización en América.

Las principales actividades económicas del virreinato fueron la agricultura, (maíz, cacao y otros productos autóctonos de la antigua Mesoamérica), la ganadería (introducida por los europeos, quienes trajeron la mayor parte de los animales criados) y el comercio (limitado únicamente a las posesiones españoles, acto de mercantilismo). Otro elemento importante en el desarrollo de la Nueva España fue el papel jugado por la Iglesia católica, que logró un gran poder al adquirir grandes propiedades y monopolizar la educación, los servicios de salud y otras áreas de la administración pública. Su principal instrumento para vigilar la observancia de la fe era la Inquisición española, oficialmente el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, instituido en 1571.