viernes, 28 de septiembre de 2012


Nuestro propósito de esta exposición referente al Virreinato de la Nueva España es mostrar de manera general y escueta, la importancia invaluable que para el conocimiento del pueblo mexicano tiene estudiar e investigar los tres siglos del Virreinato, cuyos valores han sido los fundamentos de nuestra historia. 
No vamos a detallar la vida virreinal, porque ya se han escrito y publicado miles de libros al respecto, simplemente haremos un esbozo del ambiente en que se movieron nuestros ancestros.
El obispo Fray Juan de Zumárraga en sus gestiones ante la Corona recomienda a la persona ideal que debía gobernar el nuevo país: “Debe ser un hombre que por la nobleza de su alcurnia, natural prudencia y experiencia, mejor semejase a la del monarca que representaba, y pudiese poner orden, concierto y buen gobierno….” , en el año de 1535 el Rey Carlos I nombró a don Antonio de Mendoza, de una de las familias más aristocráticas de España, como primer Virrey de Nueva España (El otro Yo del Rey) como alguien acertadamente dijo. Y este fue el sistema de gobierno definitivo por casi trescientos años hasta la Independencia.
La Nueva España no era una colonia, sino uno de los Reinos que formaban el Imperio Español, independiente y al mismo nivel de los otros Reinos, solo vinculado a ellos por la Religión, el idioma y el gobierno de la Monarquía.
Ya hemos visto que el Reino de la Nueva España era gobernado por el Virrey, nombrado directamente por el Rey de España. El Virreinato de Nueva España era el de mayor extensión territorial y el más antiguo de los cuatro que se crearían con los años en el Continente americano. A éste, le seguirían el del Perú, y muy tardíamente el de Nueva Granada y el de la Plata.
Para todo el Imperio Español y en particular para Nueva España su gobernante supremo era el Rey de España. Durante los dos primeros siglos cinco Reyes de la Casa de Austria: Carlos I, Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II. Y los virreyes fueron 32, desde 1535 a 1701.
En el siglo XVIII y principio del XIX seis Reyes de la Casa francesa de Borbón: Felipe V, Luis I, Fernando VI, Carlos III, Carlos IV y Fernando VII. Y los virreyes fueron 29, desde 1702 al 28 de septiembre de 1821.
En total 61 gobernantes locales; buenos, regulares y algunos malos, pero el Gobierno Civil se ejerció de acuerdo con el Gobierno Eclesiástico, como ya no se hacía en Europa desde el siglo XVI.
Esta sabia combinación de poderes, sin demasiadas fricciones y enfrentamientos pudo conformar una Cristiandad española semejante a la Cristiandad medieval que había creado la civilización europea, dando buenos frutos tanto materiales como espirituales; fomentando la construcción de pueblos y ciudades donde antes había barbarie, explotando las minas y las inmensas tierras incultas, llenando nuestro territorio con obras hidráulicas admirables como los acueductos, algunos de éstos tan increíbles como el acueducto del Padre Tembleque en Otumba de más de cuarenta kilómetros de largo; aún hoy día en pié, con varios de sus arcos de los de mayor altura en el mundo.
Hay que mencionar, la construcción de caminos de la Capital hacia los litorales y hacia el interior y norte del territorio a medida que se engrandecía el país con nuevas Provincias. Muchos de estos caminos eran modelo aún para los países europeos, por su trazado y mantenimiento. La explotación de las minas de plata creo una riqueza sin precedente fomentando la fundación de grandes ciudades y acuñando las monedas que circulaban por todo el Imperio y fuera de él. Floreció el Comercio con las otras provincias continentales, con España y con el Asia hasta donde llegaban las naves construidas en Nueva España; desde aquí se preparó la Conquista de las islas Filipinas y por medio de las naos hubo comunicación con ellas hasta 1815.
El Virreinato permitió y promovió la evangelización y civilización de los naturales trashumantes con las Misiones y los Presidios para proteger los nuevos asentamientos, de los indios bárbaros. Se fundaron todas las ciudades principales de lo que ahora es México.
Desde la ciudad de México se administraban territorios tan lejanos como las Floridas, oriental y occidental, el Nuevo México, la Alta California, toda Centroamérica y las numerosas islas filipinas.
El Virreinato novohispano, con los defectos inherentes a toda obra humana, mantuvo a los pueblos en paz, sin ejércitos porque no hubo guerras, solamente las guardias del Virrey y las Milicias eran necesarias para mantener el orden y sofocar alguna esporádica rebelión.
No obstante las calumnias de los extranjeros, la Iglesia y la Monarquía, desde los primeros años del Descubrimiento y Conquista del continente, se preocuparon constantemente no en proclamar o reivindicar derechos de los súbditos, sino en exigir la observancia y cumplimiento de los deberes de los descubridores, conquistadores y pobladores en sus relaciones con los naturales, plasmándolos en sabias y prudentes leyes y vigilando escrupulosamente su cumplimiento, lo cual lograron con las excepciones inevitables por la caída naturaleza humana. Las ideas fundamentales que los Reyes Católicos y su Consejo tuvieron para el trato con los indios se condensaron en el código llamado “Leyes de Indias” que rigió la vida de los nativos americanos en los dos primeros siglos virreinales. 


El Virreinato de Nueva España fue una entidad territorial, integrante del Imperio español, establecida por la Corona de España durante su periodo de dominio americano. Fue creado tras la conquista sobre los mexicas y otros pueblos de Mesoamérica, realizada entre 1519 y 1521 por las tropas de Hernán Cortés, por Real cédula de Carlos I, el 1 de enero de 1535, aunque la instauración oficial se realizó el 8 de marzo del mismo año. Su primer virrey fue Antonio de Mendoza y la capital del virreinato fue la Ciudad de México.

El virreinato de Nueva España llegó a abarcar los territorios del Imperio Español en Norteamérica, Centroamérica, Asia y Oceanía. La organización del territorio se originó a partir de las encomiendas, que eran otorgadas preferentemente a aquellos conquistadores que participaron en la conquista de México, y por ello los encomenderos tenían el poder absoluto y se encargaban de organizar el trabajo de sus habitantes en sus respectivas demarcaciones. Los recursos minerales hallados bajo el suelo de la Nueva España, con importantes centros mineros como Guanajuato, San Luis Potosí e Hidalgo, constituyeron una de la más grandes fuentes de riqueza para la corona, utilizadas en Europa para financiar gastos de Estado, costes de guerras o para acuñar moneda circulante. El virreinato también fue uno de los principales puntos de occidentalización en América.

Las principales actividades económicas del virreinato fueron la agricultura, (maíz, cacao y otros productos autóctonos de la antigua Mesoamérica), la ganadería (introducida por los europeos, quienes trajeron la mayor parte de los animales criados) y el comercio (limitado únicamente a las posesiones españoles, acto de mercantilismo). Otro elemento importante en el desarrollo de la Nueva España fue el papel jugado por la Iglesia católica, que logró un gran poder al adquirir grandes propiedades y monopolizar la educación, los servicios de salud y otras áreas de la administración pública. Su principal instrumento para vigilar la observancia de la fe era la Inquisición española, oficialmente el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, instituido en 1571.

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